El Chato de Puerto Lumbreras (José Liberato Contreras Fernández, 1938-2000), realizó unos bailes sueltos en bares de comarcas colindantes entre Murcia y Almería de 1975 a 2000. Dichos bailes fueron muy populares entre los aficionados por el buen ambiente y la diversión que había. El Chato se había convertido en un semiprofesional de la música popular y sabía venderse con un producto depurado y especializado que era muy del gusto de los participantes. Muestra de este animadísimo ambiente de los bailes de parrandas de El Chato lo traemos a la Colección Memorias de la Tradición:
www.youtube.com/user/antropologoclementeSe trata de una grabación de audio en bruto realizada en el Bar Cabera de La Parroquia (Lorca, Murcia), el sábado 13 de marzo de 1993. La Parroquia es un lugar de feraz práctica en músicas para baile suelto, por eso alguien llevó allí al musicólogo norteamericano Alan Lomax en 1952, que grabó músicas semejantes a estas (pendientes de edición en la serie The Spanish Recordings).
Se escucha, casi en tiempo real, una parte de una de las largas series de parrandas (variedad de seguidillas) que tanto se aprecian en la zona y que dan nombre al tipo de baile. Refleja el ambiente de un típico baile de parrandas de El Chato, pues hay interacción entre los participantes, con jaleos, frases rituales, coplas picantes… Un ambiente de pura diversión entre personas adultas que están pasándolo muy bien y que pocos como El Chato sabían crear.
Toca la guitarra y canta el propio Chato y también algunas mujeres de la zona (Antonia…), en una fórmula clásica de guitarrista con mujer al cante y a las palmas.
Conforme avanza la noche, se llega al paroxismo, con un momento mágico e intenso (parecido a lo que los flamencos llaman duende), donde todos intervienen de una manera u otra: Así escuchamos a una niña que toca postizas (castañuelas) decir que la música va muy rápida; al Chato cantar coplas donde mezcla seguidillas y cuartetas:
Madre que burro que soy
que rebuzno y tiro coces,
tengo pelos en las patas
y me las rasco de noche
Un pastor en el baile,
qué representa,
el bastón en la mano
la boca abierta
también dice “a estas las harto yo”, (refiriéndose a unas señoras endomingadas, entradas en carnes y con buenos tacones que bailaban al frenético ritmo de la música); a una cantaora lanzando coplas picantes, siempre en metro de cuarteta octosílaba (como es habitual en ciertas zonas como las Tierras Altas de Lorca):
Los ratones en mi casa
han tomado la costumbre
de arrascarse los cojones
a la calor de la lumbre
Soy morena no lo niego
porque lo llevo en la cara,
si lo llevara en la seta
las bragas me lo taparan
Madre yo quiero casarme
que me pica el colorín,
hija aguántate si puedes
que también me pica a mí
Debajo del delantal
tengo yo al Niño Jesús,
si tienes una velica
ven acá y le pones luz
Si quieres ver lotería
bájate los pantalones
y verás el premio gordo
y dos aproximaciones
Coplas que se lanzan sólo en momentos oportunos, cuando el ambiente está caliente y que hablan de una realidad social que hace referencia abierta a cuestiones sexuales, que siempre ha existido y que ciertas ideologías han intentado reprimir, pero de la que también las mujeres son partícipes, alejándose de los tópicos habituales del supuesto y permanente decoro femenino. Con frecuencia, el costumbrismo de tipo romántico ha edulcorado y acallado esta realidad que está presente en todo tiempo.
En medio, frases como “ay, quién baila” a lo que se responde “ay, quién canta”, que son un rito habitual en la zona y que se lanzan unos y otros cuando hay un buen baile, y todo tipo de expresiones (¡Mira!, ¡Toma!, ¡Eso es!, ¡Tírale ya!... ) que revelan el intenso y apasionado momento que se vive, con la espectacular belleza del arte popular creativo y efímero.
Después sigue El Chato y otra cantaora con más coplas como:
Un padre le pide a un hijo
una limosna por Dios
y el hijo le contestaba
para mí la quiero yo
Vivan los señores novios
y el cura que los casó,
los padres y los padrinos,
los invitados y yo
Los cantaores se apoyan en “ayes” y tarabillas (o glosolalias) como “ele, le, le, le” o “la, la, laralalá” que ya se cantaban por seguidillas en el siglo XVIII (véase Faustino Núñez y su Guía Comentada de Música y Baile Preflamencos).
Este ambiente, rico, variado y vivo está alejado del estereotipo folclorístico con finalidad de conservación o artística (“la realidad imaginada” de M.A. Berlanga) que, teóricamente, está basado en un baile popular como el que aquí escuchamos.
Audio y texto: Manuel Sánchez Martínez.
Colección Memorias de la Tradición: Licencia Creative Commons BY-NC-SA
Véase una explicación general en:
memoriasdelatradicion.blogspot.com.escorreo-e:<
53>memoriasdelatradicion@gmail.comSe ruega citar la procedencia y comunicar los posibles errores
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